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viernes, 16 de septiembre de 2016

STRANGER THINGS: El blockbuster del verano

Lucas, Dustin, Mike y Eleven.
No es nuevo afirmar que la televisión de la última década tiene poco que envidiarle al cine actual. Definir una era dorada de este medio será trabajo de historiadores en el futuro, pero la variedad y calidad de series producidas por cadenas de cable como HBO y la aplicación dominante del streaming, Netflix, han provocado que muchos decidan quedarse en casa en lugar de acudir a las salas de cine. En vista de esto, Matt y Ross Duffer, directores hasta ahora desconocidos, decidieron reducir la brecha entre ambas experiencias, agregando una buena dosis de nostalgia que funge como punto de entrada hacia el mundo de misterios de la serie Stranger Things.

Los hermanos Duffer crecieron en los años 80. Como buenos futuros cineastas, se atiborraron de las películas del momento, dominadas en buena medida por la ciencia ficción de Steven Spielberg, los despertares adolescentes de John Huges y el horror de Stephen King. Así como Quentin Tarantino suele enumerar las influencias de cada uno de sus films, los Duffer no esconden la inspiración de películas como E.T., The Goonies o Poltergeist para concebir una serie que parece sacada de una cinta de Betamax de hace unos 30 años, aunque con el valor de producción de los tiempos actuales.

Winona Ryder tiene un encuentro cercano.
Stranger Things se desarrolla durante algún momento de la década de los ochenta en el tranquilo pueblo suburbano de Hawkins, de esos que suelen ser atacados por Gremlins o atormentados por Freddy Krueger. Un cuarteto de amigos juegan a Dungeons & Dragons en el sótano de casa de Mike Wheeler (Finn Wolfhard), debatiendo la mejor estrategia para vencer a un Demogorgon. La discusión es cándida e intensa hasta que la mamá de Mike interrumpe y manda a todo el mundo a casa. Lucas (Caleb McLaughlin) y Dustin (Gaten Matarazzo) llegan a sus hogares sin problema, pero Will Byers (Noah Schnapp) desaparece en medio de la noche.

Al día siguiente, Joyce Byers (Winona Ryder) y su hijo mayor, Jonathan (Charlie Heaton) se percatan de la ausencia de Will. En poco tiempo, el alguacil Jim Hopper (David Harbour) y el pueblo entero de Hawkins se encuentran en la búsqueda del niño desaparecido. Joyce presiente que algo extraño ha sucedido, y a medida que la investigación se vuelve infructuosa, su desesperación escala. Todo cambia cuando Joyce parece recibir un mensaje del más allá, producto de tenebrosos impulsos eléctricos que encienden y apagan las luces de su casa. Will parece estarse comunicando con su madre, o alguien más está tratando de decirle algo.

El otro lado de la historia nos ubica en el misterioso Laboratorio Nacional de Hawkins, encabezado por el Dr. Martin Brenner (Matthew Modine), de donde parece haber escapado una espantosa bestia que despacha a un pobre científico de un sólo zarpazo. Sin embargo, la bestia no es lo único que sale del laboratorio. Durante la búsqueda de Will, sus amigos encuentran en el medio del bosque a una niña escuincle de cabello rapado (Millie Bobby Brown), quien luce desorientada y, quizás, maltratada. Los chicos la esconden en el sótano de casa de Mike y le dan el apodo de Eleven, o Elle, debido al número 011 tatuado en su antebrazo. Elle podría ser la pieza clave para encontrar a Will, o la responsable de su desaparición.



La interacción de los niños es el centro emocional de la historia, y la elección del elenco infantil no pudo ser mejor. Eleven es la revelación de la serie, gracias a una interpretación maravillosa por parte de Millie Bobby Brown, tan vulnerable como letal según las circunstancias. El trío de Mike, Lucas y Dustin resulta completamente convincente en su rol de nerds intentando resolver el misterio de la desaparición de su amigo, y la llegada de Elle al grupo sacude y pone en riesgo su amistad. Otro dúo interesante es el de Jonathan y Nancy (Natalia Dyer), los hermanos mayores de Will y Mike, quienes también intentan encontrar a Barb (Shannon Purser), un personaje que con sólo haber aparecido en dos episodios ya posee una legión de fanáticos en internet.

No contento con esto, los adultos también llevan la batuta. David Harbour le aporta una dimensión importante al alguacil Hopper, quien carga con su propia tragedia sobre los hombros. Asimismo, Winona Ryder regresa a la (pequeña) pantalla luego de varios años sabáticos, y su participación en la serie no puede ser más acertada. Ryder interpretó a la adolescente perenne a finales de los ochenta y principios de los noventa, por lo que da gusto verla en forma dentro de un papel distinto, producto de su madurez. Por último, Matthew Modine es el único que no sale muy bien parado, pues su rol de villano necesitaba de un mejor enfoque para ejercer suficiente contrapeso ante un personaje tan poderoso como Eleven.

Barb. Forever.
Los hermanos Duffer no buscaron recrear el look de los años ochenta, sino el de las películas de dicha década. Cada personaje parece familiar, como la hermana pequeña de Mike, que pareciera ser un clon de Drew Barrymore, o el bully de la secundaria, Steve (Joe Kerry), patán ensimismado y amor platónico de Nancy. La escuela secundaria, la estación de policías, el bosque tenebroso... A medida que los aspectos paranormales de la trama cobran fuerza, estos lugares y personajes familiares adquieren matices frescos que nos transportan a una era de mayor ingenuidad, donde la aventura se encontraba a la vuelta de la esquina. No por esto se puede considerar a Stranger Things como una serie para niños, pues también contiene elementos de terror, pero el balance entre miedo y humor es bastante equilibrado. El toque de gracia está en la musicalización, compuesta con sintetizadores y acompañada de los sonidos de bandas como The Clash, así como una introducción sencilla pero muy apta para ubicarnos en el mood de la época.

Con tan sólo 8 episodios, Stranger Things parece un film extendido más que una serie de televisión tradicional. Es posible distinguir los elementos estructurales de un guión cinematográfico, con giros y subtramas que alimentan el arco narrativo principal, pero no faltan los clásicos cliffhangers al final de cada episodio. Luego de una resolución satisfactoria, los hermanos Duffer no resistieron la tentación de desatar un par de cabos antes de rodar los créditos. El éxito de Stranger Things ya ha garantizado la realización de una segunda temporada, algo nada despreciable luego de que la serie se convirtiese en la gran sorpresa de este verano.

Puntuación: 4,50 de 5.


3 comentarios:

Mariana Cadenas dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mariana Cadenas dijo...

Como siempre (o la mayoría de tus escritos) firmo tus opiniones como propias. Esta vez, una justa descripción del fenómeno Stranger Things, del cuál soy fan orgullosa. Es de un estilo clásico impecable, una oda a los años ochenta: nostalgia pura para nuestra generación. No hay nada fuera de lugar, el ritmo, los cuadros, la música. Impecable trabajo por los hermanos Duffer, quienes cuentan, ahora con mucha picardía, la cantidad de veces que les rechazaron su ida por no tener un cliffhanger o ser políticamente incorrecta para los tiempos actuales. Interesante además que algo como Stranger Things en Netflix compita con Games of Thrones de HBO... Los tiempos del consumo y producción sin lugar a duda han cambiado, esto es una prueba fiel...

Daniel Monserat dijo...

Y ese consumo es cada vez mas diverso, gracias a plataformas como Netflix. Es una serie que en papel seguro no convencía a casi nadie, pero les quedó muy bien. Creo que a pesar de la nostalgia, ha conectado con todo tipo de público, eso demuestra que un buen trabajo puede llegar mas allá de los seguidores de un género en particular.