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viernes, 26 de junio de 2015

EX MACHINA: El amor en los tiempos de la inteligencia artificial

El director Alex Garland junto a Alicia Vikander (Ava).

El cine lleva décadas advirtiéndonos sobre los peligros de la inteligencia artificial. Sarah Connor parece estar eternamente previniendo el día del juicio final en la saga de Terminator, mientras que Neo despertó hace rato del sueño que lo mantenía en un mundo virtual controlado por las máquinas en los films de Matrix. Incluso los Vengadores enfrentaron recientemente a Ultron, un ente sintético cuyo propósito no era otro más que acabar con la humanidad. Si sumamos a esto las declaraciones recientes de Bill Gates y Stephen Hawking en torno al riesgo de otorgar vida propia a organismos mecánicos, no hay excusas para decir que no hemos sido advertidos. 

Es por esto que la premisa de "ExMachina" no augura nada bueno desde el inicio. El precedente sentado nos haría desconfiar plenamente de Ava (Alicia Vikander), la mujer androide de rostro angelical que parece ser prisionera de su retorcido creador, Nathan (Oscar Isaac), un mil millonario de la tecnología aislado en una mansión ultra moderna en las montañas. Pero Ava nos invita a confiar en ella a través de los ojos de Caleb (Domhnall Gleeson), empleado de Oscar y ganador de un sorteo cuyo premio es trabajar de cerca con su jefe y estudiar el realismo y humanidad de Ava. 



A través de varios encuentros que fungen como capítulos dentro de la historia, Caleb y Ava aprenden el uno del otro. Con su cuerpo a medio hacer y sin cabellera que la embellezca, Ava apela a la bondad de Caleb para revelarle su sueño de lucir como un ser humano. Lo que Caleb y la audiencia no pueden descifrar es si Ava dice la verdad o si todo es parte de un gran experimento.

El guionista Alex Garland, autor de películas como "Sunshine" y "28 Days Later" debuta como director con"Ex Machina", un thriller de ciencia ficción inteligente y minimalista no muy alejado de lo posible. Con tan sólo un trío de actores (excluyendo una interpretación silente adicional), Garland maneja con eficiencia la tensión y la intriga entre los tres vértices del triángulo del conflicto. Oscar Isaac emana un aire repulsivo y a la vez intrigante, aún si las intenciones de Nathan no son claras, pero su carácter impredecible lo convierte en un factor volátil para Caleb, cuya timidez e inseguridad calan con facilidad en la interpretación de Domhnall Gleeson. Sin embargo, es Alicia Vikander quien vende la historia mediante la curiosidad y la firmeza con que Ava parece perseguir sus intereses sin perder la vulnerabilidad intrínseca en su aspecto.

Oscar Isaac (Nathan) y Domnhall Gleeson (Caleb).
El guión no se conforma con criticar la acción de jugar a ser Dios por parte de un maniático, sino que explora las más oscuras desviaciones a las que puede recurrir quien tiene rienda suelta para satisfacer sus deseos. En contraste con esto, el pragmatismo de Ava alimenta el pensamiento que considera a la humanidad como un experimento fallido por parte de su creador, dejando muy pocos argumentos a favor del hombre desinteresado y benévolo.

En el plano estético, la dirección de arte contribuye a generar una atmósfera futurista dentro de una estética moderna, centrada en la mansión ultra-tecnológica de Nathan, donde fácilmente podría vivir alguien como Mark Zuckerberg o Larry Page. Para intensificar este aspecto, los escenarios son filmados en planos generales que traen a la memoria el trabajo visual de filmes de Stanley Kubrick como "2001: A Space Odyssey" y "Eyes Wide Shut". 

El último tramo de la historia no satisface del todo las expectativas que la trama genera, pero despierta la posibilidad de que un ser artificial pueda actuar en pro de su beneficio individual, otorgando un nuevo significado al concepto de la creación a imagen y semejanza del creador.

Puntuación: 4,50 de 5.

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