El estreno de una nueva película de Quentin Tarantino representa un momento clave para cualquier cinéfilo, gracias a su impresionante trayectoria de historias que parecen vivir dentro de un universo propio. Reservoir Dogs, Pulp Fiction, Kill Bill o Inglorious Basterds pueden ser considerados clásicos modernos y es difícil definir cuál es en definitiva la obra maestra del director/escritor. Django Unchained no tiene cabida dentro de ese debate, mas no deja de proporcionar un rato entretenido aunque con algunos altibajos.
Así como ha explorado otros géneros un tanto oscuros, en esta oportunidad Tarantino realiza un western situado en el sur norteamericano, un par de años antes de la guerra civil de Estados Unidos. Las referencias a clásicos del género son abundantes, desde los más conocidos films de Sergio Leone hasta los menos populares pero más sangrientos de Sergio Corbucci, quien dirigió Django en 1966, pasando por el film de ¨blackploitation¨de los años setenta, Mandingo, uno de las favoritos del director. Pero la dinámica hombre blanco - esclavo es quizás la más clara referencia a los spaguetti westerns en general, y ahí es donde Django Unchained brilla más.
El Dr. King Schultz (Cristoph Waltz), un antiguo dentista convertido en caza recompensas, compra a un esclavo llamado Django (Jamie Foxx), para que lo ayude a cazar a un trío de personajes buscados por la justicia, a cambio de lo cual recibirá una buena suma de dinero. Por su parte, Django desea reunirse con su esposa Broomhilda (Kerry Washington), también esclava pero separada de él hace algunos años. Revelar más detalles de la trama arruinaría la experiencia, pero basta decir que Django y Shultz forman un dúo por demás interesante que representa el gancho emocional más fuerte en la historia. Waltz en particular tiene los mejores momentos durante la primera mitad, su Dr. Shultz es claramente empático a pesar de ser un asesino a sueldo y su relación con Django crece hasta un punto conmovedor.
La contraparte a la dinámica de los buenos de la trama, si es que un film de Tarantino existen personajes buenos, es la del millonario Calvin Candle (Leonardo DiCaprio) y su inusual figura paterna, un antiguo esclavo ahora liberado llamado Stephen (Samuel L. Jackson). Ambos personajes representan la cara más fea del lado privilegiado de la época de la esclavitud y los actores exprimen cada momento en pantalla para ser odiados y amados a la vez. DiCaprio y Jackson tienen los roles más jugosos de la película y su llegada poco después del segundo acto le inyecta una muy necesitaba fuerza a la historia, que hasta ese punto da algunas vueltas en forma menos interesante a lo que Tarantino nos tiene acostumbrados.
Lo que sigue de ahí en adelante es Tarantino sin destilar, con escenas de diálogos alargadas y llenas de tensión que explotan en sangrientos enfrentamientos con cierta comicidad gracias a su extrema implausibilidad. Sin embargo, esta fórmula ya comienza a sentirse reciclada, sobre todo porque estas escenas se extienden hasta puntos en extremo inverosímiles, opacando los elementos más interesantes de lo que en general es un buen guión. Pareciera que Tarantino decidió sacrificar la originalidad que lo caracteriza por complacer a su audiencia con lo que esta espera de él. Si bien Django es su más grande ¨crowd pleaser¨, también es bastante predecible, característica que nunca antes había acompañado a su trabajo cinematográfico.
Puntuación: 3.5 de 5
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