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jueves, 30 de mayo de 2013

IRON MAN 3: Tony Stark se libera



Luego del monumental éxito obtenido por The Avengers, Marvel inicia la Fase 2 de expansión de su universo cinematográfico con Iron Man 3. Robert Downey Jr. y su ya icónico personaje, Tony Stark, regresan en la que es la quinta aparición del personaje en tan sólo 5 años, algo que fácilmente podría despertar dudas sobre el riesgo de sobre-exposición del excéntrico súper héroe a la audiencia. Afortunadamente, los guionistas fueron capaces de desarrollar una historia que, si bien hace referencia a los films previos, cuenta con un enfoque centrado y autónomo, en lugar de mostrar sólo una pieza de otro rompecabezas, como fuera el caso con Iron Man 2.

Tony Stark se halla sufriendo de ataques de pánico producto del estrés post traumático que le generó estar al borde de la muerte para neutralizar una amenaza alienígena durante el desenlace de "The Avengers". La historia comienza con un flashback a 1999 con Stark en una fiesta de año nuevo en Suiza, donde un científico llamado Aldrich Killian (Guy Pearce) le hace una propuesta de negocios que el playboy multi millonario rechaza rápidamente para fugarse con su conquista de la noche, una joven científica llamada Maya Hansen (Rebecca Hall). Como es de esperarse, la actitud déspota de Stark le costará caro en un futuro.

De vuelta al presente, un grupo terrorista causa estragos con un ataque mortal en el centro de Los Angeles, dejando en estado crítico a Happy (Jon Favreau), el guardaespaldas de Tony. El autor de estos ataques se auto denomina el Mandarín (Ben Kingsley), un hombre temerario que amenaza con aleccionar al mundo occidental por los abusos que sus gobiernos han cometido en nombre de la paz y el bien. Stark reta personalmente al Mandarín, quien responde con un ataque a su ultra moderna mansión en una impresionante secuencia que marca la pauta para el oscuro camino que el héroe deberá afrontar.


Sin revelar mucho más, Iron Man 3 cuenta con una trama bastante compleja, pero su epicentro no son sus coloridos villanos ni un superficial triángulo amoroso, sino el propio Tony Stark: ya no tan joven, mucho más vulnerable y con algunos traumas sobre sus hombro, Downey Jr. encarna la versión hasta ahora más humana del personaje. Las escenas de acción abundan, resaltando entre ellas un rescate aéreo realizado en su mayoría con acrobacias reales, así como un acto final que nada tiene que envidiar a la batalla en Nueva York de "The Avengers", pero el enfoque se mantiene siempre en la transformación de Stark y el peso que arrastra consigo por sus errores pasados. Si la saga concluyese con esta entrega, que no es el caso, sería una despedida mas que satisfactoria al súper héroe.

Los villanos también cuentan con el desarrollo más sustancioso que hasta ahora han tenido los antagonistas de Iron Man. El Mandarín de Ben Kingsley es ciertamente el más controversial, ya que su historia se desvía considerablemente de su contraparte en los comics, aunque la interpretación de Kingsley compensa por cualquier decepción al respecto. Aldrich Killian, por su parte, comienza como una mala versión de El Acertijo de Jim Carrey, pero a medida que la trama avanza su personaje se convierte en una versión oscura del propio Stark, lo que lo proyecta como un enemigo formidable y memorable. Además, los personajes recurrentes de Pepper (Gwyneth Paltrow) y James Rhodes (Don Cheadle) cuentan con el suficiente tiempo en pantalla para mantenerse como miembros claves en la saga.

La batuta de director en esta entrega fue otorgada a Shane Black, escritor de la primera Lethal Weapon y de otros conocidos films de acción de los años 90. Black fue una escogencia arriesgada para una película de este tipo, pero su experiencia en combinar acción con humor negro ciertamente recarga de energía a la franquicia y encaja como anillo al dedo con el estilo tan característico de Downey Jr.

Aunque Iron Man 3 no carece de fallas menores, entre ellas un cierto exceso de personajes y una trama en momentos muy complicada, es un film superior en todo sentido a la desorientada "Iron Man 2". Este episodio confirma el éxito de Marvel en continuar incrementando su repertorio de súper héroes en la gran pantalla. La Fase 2 comienza con buen pie y Tony Stark se mantiene, hasta ahora, como el personaje más interesante de este universo.

Puntuación: 4.5 de 5.

Mas sobre Iron Man 3:

- Entrevista a Shane Black en Empire Online.

- ¿Sufre Tony Stark de estrés post traumatico?

- La fisica detras del rescate aéreo de Iron Man 3.



jueves, 16 de mayo de 2013

DISCONNECT: INTERNET COMO ARMA DE DOBLE FILO


Uno de los males más característicos en las sociedades de la segunda mitad del siglo XX es la paranoia. Gobiernos opresores o maliciosas corporaciones están siempre al acecho de todos los ciudadanos decentes para mantenerlos en cintura, aunque éstos no lo sepan. El gran hermano, pues, todo lo ve con fines presuntamente oscuros, porque no pueden tener otro tono. Internet, por su parte, ha democratizado esta paranoia. En el siglo XXI, las redes sociales se han convertido en una puerta para exponer todo sobre nuestras vidas frente a todo el que se considere nuestro "amigo" e incluso a la vista de completos desconocidos.

Esta visión por demás fatalista es la inspiración de Disconnect, película que quiere mostrarnos los peligros a los que nos exponemos cada vez que publicamos algo en Facebook, chateamos con un extraño o navegamos por sitios de dudosa moralidad. Henry Alex Rubin, director nominado al Oscar por el documental Murderball, salta al formato de ficción para contar tres historias inspiradas en situaciones verdaderas que se relacionan con el (mal) uso del Internet.

En uno de los relatos, una pareja treintañera (interpretada por Paula Patton y Alexander Skarsgård) intenta superar el reciente fallecimiento de su hijo, lo que lleva a la esposa, movida por el desasosiego, a entablar una relación amistosa con un desconocido via internet. Eventualmente éste obtiene toda la información necesaria sobre la pareja para cometer un fraude y vaciar sus cuentas bancarias. Por otro lado, un adolescente introvertido (Jonah Bobo) sufre una broma pesada cuando dos de sus compañeros de clase crean un perfil falso de Facebook y se hacen pasar por una chica que dice estar enamorada de él. La última historia muestra a una periodista (Andrea Riseborough) que busca destapar una red de pornografía de menores por internet a través de un joven que se gana la vida desnudándose frente a una webcam.

Aunque las historias se entrelazan mediante algunos personajes, el leitmotiv de Disconnect es la desconexión que experminentan al estar inmersos en sus computadoras y celulares a todo momento. El padre del adolescente acosado (Jason Bateman) es ciego a los abusos que éste sufre; los esposos estafados son cada vez más distantes entre sí en lugar de compartir su dolor; la periodista no piensa en las repercusiones que el joven puede sufrir al ser expuesto a los medios como un trabajador sexual.

 

Cuando la broma pesada se convierte en tragedia, el film alcanza su punto dramático más poderoso. Lamentablemente, lo que sucede después nos hace sospechar que el director y el guionista no conocen bien cómo funciona una red social como Facebook. A pesar de lo fácil que es identificar la diferencia entre un perfil auténtico y uno falso para cualquiera que utilice Facebook con relativa frecuencia, los personajes permanecen ciegos a este hecho por demasiado tiempo.

Inicialmente, las tres premisas resultan interesantes gracias a la facilidad con la que cualquier internauta puede identificarse con los conflictos que sufren los personajes, pero la película pierde coherencia a medida que la trama avanza. Patton y Skarsgård mantienen una dinámica interesante hasta que su historia se extiende a un punto inverosímil que le resta fuerza al drama que viven. Riseborough es convincente en su interpretación de periodista ambiciosa (porque así son todos los periodistas en el cine), aunque la pornografía de menores es un tema que no termina de encajar junto a las otras dos historias.

En general, Disconnect es un film entretenido que sataniza el uso del internet y las redes sociales con demasiada rigidez y algo de ignorancia. Las ideas que plantea son ciertamente interesantes y adecuadas para las audiencias de hoy pero, en aras de hacer un film comercial, son llevadas a extremos dramáticos que le restan autenticidad. La paranoia en este caso es explotada para manipular, pero no logra convencer.

Puntuación: 2.5 de 5.

Mas sobre Disconnect:
- Jason Bateman habla sobre cyber-bullying.
- Entrevista al director Henry Alex Rubin.







miércoles, 8 de mayo de 2013

NO, CRÓNICA DE UNA ELECCIÓN INGANABLE


La dictadura de Augusto Pinochet, que comenzara en Chile en 1973, tuvo un sorpresivo final cuando en 1988 la presión internacional obligó a su gobierno a realizar un plebiscito donde se le consultaría al pueblo si deseaba su continuidad como gobernante de la nación. Llegar hasta allí, sin embargo, costó las vidas de miles de ciudadanos que durante años se opusieron a su régimen de derecha extrema. La película No, de Pablo Larraín, se enfoca en los meses previos al plebiscito desde un ángulo distinto: la campaña electoral a favor de la opción del No, herramienta clave para el éxito de la oposición en dicho proceso.

René Saavedra, interpretado por Gael García Bernal con acento chileno, es un antiguo exilado político que vuelve a Chile a trabajar como creativo publicitario. Cuando se aprueba la realización del plesbiscito, René es invitado a participar en la campaña por el No, algo que no le agrada a Lucho (Alfredo Castro) su jefe pinochetista que a su vez está involucrado en la campaña por el Sí. Las condiciones de la campaña publicitaria determinaban que cada opción tendría 15 minutos de propaganda en los canales de televisión durante cada noche, por lo que el equipo debía idear y producir contenido para llenar dicho espacio, a pesar de contar con muy bajas probabilidades de éxito.

Promover el concepto de democracia como un producto para el pueblo chileno provoca en un principio el rechazo de los propios partidarios de la izquierda, quienes consideran que la oposición debe aprovechar esos 15 minutos diarios para denunciar los abusos de la dictadura y no para mostrar gente sonriendo, celebrando y divirtiéndose.



Es aquí donde Larraín aprovecha la estética del film, grabado en formato U-matic 3:4, reminiscente a la calidad visual de la televisión en esa década. Buena parte de la historia se enfoca en los tras cámaras de Saavedra y su equipo grabando los anuncios, con el componente adicional de que muchos de los actores son los originales. De igual forma, figuras prominetes que participaron en la campaña participan en la película, aún cuando su edad no corresponde al tiempo en el que la historia se desarrolla. Editar el material grabado por Larraín con el de las cuñas y programas que salieron al aire en ese momento es un recurso utilizado de forma muy inteligente y creativa que le da un sentido de inmediatez y actualidad a la película.

La trama procura abordar todos los puntos de vista posibles, desde el ciudadano común que apoya al gobierno de Pinochet por los beneficios que le proporciona hasta el de los izquierdistas que han perdido todo por su posicion adversa al gobierno. El personaje principal se ubica en terreno un tanto neutral en un principio, enfocado en su trabajo y desentendido del tema político tras habérsele permitido regresar a Chile. Saavedra es quizás el reflejo más fiel del chileno de clase media del momento, viviendo una vida relativamente cómoda pero a costa de hacerse la vista gorda ante los atropellos y abusos oficiales hacia todo el que piense diferente.

La influencia de la cultura pop en la campaña que ayudó a derrocar una dictadura muestra de forma clara que Chile estaba listo para nuevos tiempos, algo que el propio Pinochet tuvo que aceptar. Es poco común que los pueblos acaben con gobiernos opresores, estos usualmente se caen solos, pero gracias a la confianza de unos pocos en abordar la campaña desde una perspectiva progresista, un pueblo resignado despertó para nunca más mirar hacia atrás.

Puntuación: 5 de 5.

Más sobre NO:
- Entrevista a Pablo Larraín durante el Festival de Cine de Nueva York.